Los 3 ejes del discurso de Macri
El presidente de la Nación planteó reformas que establezcan la responsabilidad fiscal, bajar la inflación y los impuestos, favorecer el empleo y la calidad institucional.
A continuación el mensaje completo:
Hoy, hace 34 años, se llevaron a cabo las primeras elecciones desde del regreso de la democracia, inaugurando el período democrático más extenso de nuestra historia.
Hace un poco más de una semana los argentinos dimos un enorme paso: confirmamos nuestra decisión de cambiar.
Decidimos profundizar la transformación que empezamos juntos y que nació del corazón de los argentinos.
Confirmamos que se trata de un cambio de fondo, de un cambio verdadero que se basa en la esperanza de saber que somos mejores que la vida que hemos llevado.
Un cambio impulsado por las voluntades y los deseos de aquellos argentinos que decidieron jugarse por la verdad, por el crecimiento, por el trabajo y por una mejor vida para todos.
Confirmamos que empezamos un nuevo tiempo, que ya no aceptamos más el “no se puede” que tanto daño nos hizo durante décadas.
Confirmamos que queremos desafiar el dogma melancólico y desesperanzado que cree que lo mejor sucedió en el pasado.
Estamos dando pasos nuevos, firmes y seguros, para seguir mejorando, para seguir avanzando, para seguir creciendo.
Lo que vamos a hacer en el país, entre todos, es algo que hace muchas décadas no logramos en la Argentina.
Si tuviera que definir una de las motivaciones más grandes que tengo como presidente, diría que es terminar con la pobreza, para que los argentinos puedan tener la libertad de elegir sobre su propia vida, de vivir de lo que les apasiona, de concretar sus proyectos y sus sueños.
Es inadmisible que en un país con las condiciones estructurales como las que tenemos haya tantas personas en la pobreza.
Somos un país grande, rico en recursos, y tenemos una herramienta valiosa más allá de toda la riqueza, que es la fuerza emprendedora del pueblo argentino. Solo hay que desatar esos nudos que nos tienen maniatados, para poder liberar toda esa potencialidad latente en nosotros.
No exagero cuando digo algo que voy a repetir una y otra vez hasta el cansancio: somos la generación que está cambiando la Argentina para siempre.
Estamos sentando las bases para desarrollarnos. Y en ese camino, cómo elegimos vincularnos unos a otros es casi tan importante que el resultado final.
La única manera de dar vuelta la página, y sanar las heridas del pasado, es diciéndonos la verdad. Es construyendo confianza, la base de un vínculo duradero y genuino; es rechazando todo tipo de violencia; es buscando siempre el diálogo y, fundamentalmente, la paz.
En este punto quiero detenerme unos instantes.
Si no hay consensos básicos sobre el rumbo y los objetivos que compartimos para el desarrollo de nuestro país, no habrá sustentabilidad pública, ni inversiones y productividad, ni seguridad jurídica o competencia empresaria. No habrá equidad social ni una verdadera salida de la pobreza y la desigualdad.
Esto implica una transformación muy grande. Implica mirarnos hacia el futuro en vez de pelearnos mirando los fracasos del pasado.
Y no hay por qué tenerle miedo a esta idea. Porque no se trata de “sacar” o de “ajustar”, sino de “poner”. De ceder en algo para que gane el conjunto. De transformarnos para crecer.
Detrás del miedo al cambio hay a veces una mirada reaccionaria y conservadora que defiende privilegios y grupos que usan el miedo para conservarlos.
Es mentira que estamos condenados a que se repita nuestra historia de fracasos. Es mentira que haya algo o alguien que quiera perjudicarnos.
Lo que complica nuestro desarrollo son nuestras propias limitaciones, nuestra tendencia a empantanarnos en los problemas y rechazar las soluciones posibles.
Hoy podemos decir con alivio y entusiasmo que los argentinos maduramos. Que desafiamos esa actitud de quedarnos quietos y resignarnos, y que entendimos que todos los problemas tienen solución y que esa solución depende de nosotros.
Reformar es crecer. Transformarse es crecer. Es evolucionar. Es responder a las necesidades actuales, haciéndole frente a las dificultades con recursos nuevos.
El cambio es una actitud. Reformar es consensuar instrumentos. Transformar es lograr resultados.
Creo en la necesidad de pensar una agenda de reforma permanente, que esté en sintonía con este proceso de transformación tan grande de la historia de la humanidad. Somos parte de un mundo globalizado, y no podemos seguir debatiendo realidades como si viviéramos en otro siglo.
Los cambios tecnológicos están planteando debates estructurales sobre el trabajo, el conocimiento y hasta sobre la vida misma.
Todos ellos, y muchos otros, pueden ser oportunidades para resolver algunos de nuestros problemas, o pueden ser amenazas frente a las cuales nos encerremos negando su existencia, debatiendo una agenda pequeña y cerrada.
Reformar al país es darle las alas que necesita para volar en el mundo de hoy. Es ayudarlo a superar sus trabas, para volverlo dinámico y capaz.
Durante muchos, muchos años, los argentinos vivimos presos de la lógica autocomplaciente del fracaso, vivimos lamentándonos por nuestros errores, y ese sea tal vez el elemento central para entender por qué tenemos la pobreza que tenemos.
Tiene que ver con nuestra cultura del poder. A los argentinos nos ha costado construir un rumbo compartido, porque nos hemos mirado el ombligo permanentemente.
Muchas veces se pensó que el poder es algo de lo que hay que apropiarse, una cultura que celebra la avivada y que es incapaz de construir instituciones.
Una cultura que, en vez de tomar al poder como un servicio, dijo: “Tengo el poder y ahora me abuso de él”.
También creo que nos hemos obsesionado en debatir ciertos temas referenciándonos en cómo se planteaban en el pasado. No se trata de negar nuestra historia. Se trata de entender que en nuestra historia nos ha costado crear un rumbo común.
CONSENSOS – CULTURA DE LOS ACUERDOS
Para salir de la pobreza tenemos que organizarnos, ser protagonistas de esta transformación.
Para eso, los convoco a lograr entre todos consensos básicos que nos permitan trazar un camino de futuro. Una hoja de ruta que nos guíe en la construcción de reglas que nos den estabilidad y nos lleven a una Argentina más justa e integrada, donde todos podamos tener un proyecto de vida.
Tenemos que avanzar en reformas donde cada uno ceda un poco, empezando por los que tienen poder, y no hablo solo de la política.
Y tenemos que hacerlo en base a la confianza, hablando con la verdad, con buena fe, sin dobles discursos y abandonando cualquier tipo de etiquetas y prejuicios que impidan que ese diálogo francofluya.
No digo que sea fácil, cambiar a veces cuesta. Requiere que nos animemos a algo diferente. Y ya no hay excusas para no animarse. Es ahora o nunca.
CONVOCATORIA – TRES EJES
Hoy quiero proponerles tres ejes a partir de los cuales podamos construir consensos básicos para reducir la pobreza, que es la principal meta por la que pedí que se evalúe mi gobierno:
Sin desconocer la importancia de la educación, la salud, la protección social, la infraestructura y el ambiente, todos objetivos fundamentales de nuestro gobierno, hoy me quiero concentrar en estos tres ejes.
El primer eje es sobre la responsabilidad fiscal, la inflación y los impuestos. No podemos gastar más de lo que recaudamos, en todos los niveles del Estado. Tenemos que seguir bajando la inflación y comprometernos para que la inflación nunca más vuelva a ser un instrumento de la política. Debemos reducir la carga tributaria y diseñar un sistema de impuestos equitativo y sustentable, con una relación más clara y cooperativa entre la Nación y las provincias.
El segundo eje es el de favorecer el empleo. Creemos en el trabajo como eje del proyecto de vida de las personas. Necesitamos más y mejor trabajo para millones de argentinos. Avancemos entonces hacia un esquema de reglas de juego que fomenten el empleo privado formal.
El tercer eje es el de la república y la calidad institucional. Queremos comprometer a todos los sectores a colaborar en el fortalecimiento de la República y a construir un Estado que no esté al servicio de la política o de sus funcionarios o de sus gremios, sino al servicio de los argentinos. Esto incluye reformas en la Justicia, en el sistema electoral y en iniciar un camino de transparencia e integridad para prevenir y castigar la corrupción.
Déjenme explicar cada uno de estos ejes con más detalle, porque creo que es muy importante saber de qué estamos hablando.
Sin embargo, no esperen una descripción de los instrumentos. Queremos reservarlos para que sean el aporte del gobierno a las diversas mesas del consenso.
Proponer los detalles en este momento podría parecer un intento de condicionar autoritariamente el diálogo.
Eje 1
Sobre el primer eje, lo que llamamos responsabilidad fiscal. Durante mucho tiempo los argentinos no hemos podido equilibrar el manejo de nuestras cuentas públicas.
Esto no puede seguir así. No podemos seguir gastando más de lo que nos ingresa. Tenemos que comprometernos al equilibrio fiscal, en todos los niveles de gobierno. Acordar un camino entre la Nación y las provincias para acercarnos lo más posible al superávit de las cuentas públicas.
Esto, insisto, no es negociable. No es nuestro el dinero que nos toca administrar, es el dinero de todos los argentinos. Y debemos administrarlo con la mayor responsabilidad posible.
Una parte central de la reforma será la definición de una nueva relación fiscal entre el Gobierno Nacional y las provincias, marcada durante demasiado tiempo por soluciones temporarias que se transformaron en permanentes.
Agradezco la presencia hoy de nuestros 24 gobernadores, y todo lo que hemos logrado trabajando juntos estos dos años y los convoco a pensar soluciones duraderas.
En estos dos años firmamos con los gobernadores consensos y hojas de ruta en Educación, Modernización del Estado, Narcotráfico, Energía, Minería y Cultura. Estos acuerdos muestran el camino para seguir avanzando en lo que nos toca hoy, que es acordar una distribución de recursos equitativa y en las que estén claras las responsabilidades de cada uno, para usar mejor los recursos que tenemos.
Estas reglas claras nos van a permitir, además, seguir trabajando juntos en las obras de infraestructura que necesita nuestro país.
Con los gobernadores también tenemos que avanzar en otro camino importante. Tenemos que desandar juntos la escalada de impuestos que Nación, provincias y municipios hicieron en los últimos años.
El esfuerzo para reducir el gasto público es mayúsculo, pero no deja de ser básico. Necesitamos menos impuestos, más obras y lograr todo esto con equilibrio fiscal.
Se lo debemos a las próximas generaciones. ¿Qué madre o qué padre quiere dejarles a sus hijos deudas y problemas? Nuestra generación tiene que poner en orden las cuentas públicas, para que cada argentino recién nacido herede patrimonio, infraestructura, cultura y bienestar. Y no pasivos sociales, financieros o educativos.
Ustedes saben que recibimos un Estado con un déficit alto, insostenible en el tiempo, que estamos bajando gradualmente, de a un punto por año, porque queremos cuidar a quienes puedan sufrir la transición. Y porque queremos que la reducción sea para siempre, sostenible en el tiempo.
Queremos que los argentinos, incluidos sus dirigentes, valoren al equilibrio fiscal como un requisito indispensable de un buen gobierno.
No nos gusta endeudarnos, pero menos mentirnos emitiendo dinero sin respaldo y generando inflación. Desde el primer día reconocimos que la inflación es fruto de una mala política. Estamos bajando gradualmente la inflación, que este año será la más baja desde 2009.
No se puede crecer sostenidamente, no se puede aspirar al desarrollo, la creación de empleo y la reducción de la pobreza si no bajamos la inflación. Todos nuestros vecinos la han vencido y también lo han hecho la mayoría de los países del mundo.
La inflación alta castiga a la mayoría, lastima a la inversión, impide la competencia y, por ende, el incentivo a mejorar.
La inflación arruina el ahorro. Sólo unos pocos privilegiados, casi siempre gente con recursos o contactos, puede protegerse de ella. La mayoría de los argentinos sólo la sufre. Quiero proponerles entonces un compromiso de todos para que nunca más volvamos a tener inflación.
Necesitamos una moneda estable para que el crédito que empezó a aparecer en Argentina crezca fuerte y sólido.
Necesitamos más crédito, más largo y a menor costo para sostener la inversión del sector público y privado. Lo mismo necesitan las familias argentinas para que cada uno pueda acceder a su propio hogar. El crédito se sostiene sobre la confianza.
Cuanto más previsibles seamos, cuanto más estable sea nuestra moneda, cuanto más baja sea la inflación, más crédito habrá para todos.
Siguiendo con el primer eje, quiero hablarles de los impuestos.
Tenemos impuestos que ningún país tiene. Impuestos demasiado altos, con una distribución poco equitativa y un sistema impositivo complicado y engorroso.La peor distorsión de nuestro sistema es la evasión fiscal. Genera competencia desleal, castiga a los más productivos, a los que invierten, a los que exportan, a los que dan trabajo.
Ya empezamos a bajar la carga tributaria. Bajó casi 2 puntos desde que asumimos. Desde un punto de partida muy alto, es cierto, y todavía nos queda camino por recorrer.
Por eso queremos avanzar, con las provincias y con los municipios, hacia un sistema de impuestos más simple, más claro, más equitativo y que beneficie a la inversión productiva y la creación de empleo.
Por eso mañana vamos a presentar una propuesta de reforma tributaria, con la mira en la equidad y el largo plazo.
Un último punto sobre la situación macroeconómica y su sustentabilidad de largo plazo. Tenemos que empezar una conversación adulta y honesta sobre nuestro sistema de jubilaciones y pensiones.
Estamos orgullosos de la amplia cobertura de nuestros jubilados. El año pasado creamos la Pensión Universal al Adulto Mayor para que todos los mayores de 65 años tengan un ingreso asegurado. Y estamos orgullosos de la Reparación Histórica, que ha permitido corregir el haber a más de un millón de jubilados.
Pero nuestro sistema previsional esconde serias inequidades y no es sustentable.
A mi entender, no debería haber jubilaciones de privilegio ni regímenes especiales que, por ejemplo, habiliten sin justificación que algunos se jubilen a los 45 o 50 años, mientras otros tienen que trabajar hasta los 65.
En la Ley de Reparación Histórica se previó la creación de un Consejo para diseñar un nuevo sistema previsional dentro de un plazo de tres años.
El sistema seguirá siendo universal, público, solidario y de reparto, pero necesitamos que también sea integral, sustentable y justo, y que busque que todos los argentinos trabajemos al mismo tiempo.
Por eso, en las próximas semanas vamos a convocar la comisión prevista en dicha ley para que las fuerzas políticas, representantes de jubilados, trabajadores y empresarios, académicos y expertos previsionales, en un proceso participativo puedan elaborar una propuesta para que el Congreso trate oportunamente. Hasta que esa reforma entre en vigencia vamos a presentar algunas propuestas para la transición.
Eje 2
Pasemos al segundo eje, el de comprometernos a tomar medidas que favorezcan la creación de más y mejor empleo privado y la producción.
Si queremos salir de la pobreza, tenemos que crear más trabajo. Es el único camino, no hay otro.
Para eso, en los próximos días vamos a presentar algunas iniciativas que venimos conversando con los representantes de los trabajadores orientadas a la formalización del trabajo no declarado, a mejorar la capacitación, a crear nuevas formas de contratación para trabajadores que dan trabajo, y a mejorar el equilibrio entre el trabajo y la vida familiar, entre otras.
También vamos a seguir combatiendo los excesos en la litigiosidad laboral, que se ha convertido en el negocio de unos vivos. La mafia de los juicios laborales es uno de los principales enemigos de la creación de trabajo en nuestro país.
Por eso insisto a las provincias para que adhieran a la nueva la ley de ART, aprobada este año. Lamento que hasta ahora hayan adherido solo dos distritos: Córdoba y la Ciudad de Buenos de Buenos Aires. Y que haya solo dos donde el proyecto tiene media sanción, Mendoza y la provincia de Buenos Aires.
Sé que en otras provincias está en tratamiento, y les pido que aceleren el trámite, porque hay pocas cosas más importantes que esto para ayudar a crear trabajo.
Estoy convencido de que los argentinos tenemos las capacidades para competir exitosamente con los mejores del planeta. Pero no podemos pedirles a nuestras empresas que lo hagan si no cuentan con las condiciones para hacerlo.
Venimos trabajando para que las cargas impositivas, el costo del crédito, las condiciones de infraestructura logística, los costos de los insumos clave como la energía, y el conjunto de reglas de juego sean los adecuados para alcanzar los niveles de productividad que necesitamos para integrarnos al mundo de una manera positiva.
Mejorar el acceso al crédito es una prioridad. Queremos más PyMES que puedan acceder al mercado de capitales y a la Bolsa. Queremos más crédito hipotecario para la gente. Seguimos teniendo uno de los mercados financieros más chicos de América Latina. Necesitamos multiplicar el crédito y la inversión para acompañar el crecimiento.
También vamos a profundizar nuestros esfuerzos para facilitar las cosas. Esto es, simplificar normativas, eliminar esos trámites innecesarios. Queremos dejar atrás un Estado complicado, lento, burocrático, pensado sobre normas llenas de vueltas basadas en la desconfianza y no en el espíritu simple de cumplir con la ley.
¿Cómo puede ser que, a una empresa, una PyME, le pidan más de 1500 declaraciones juradas por año? ¡6 por día hábil! Esas declaraciones, además, generan 700 pagos por año, casi 3 por día. Son demasiados.
158 eran los trámites que una empresa tenía que hacer para importar, exportar o cualquier operación relacionada a tener un emprendimiento de pollos en la Argentina. Logramos bajarlos a 118. Todavía falta muchísimo más.
Las empresas tienen que concentrarse en producir e innovar porque eso genera trabajo, en lugar de gastar energía innecesaria en trámites.
Toda la promoción de la iniciativa privada tiene que darse en un marco de reglas que aseguren que los beneficios lleguen a la gente. Por eso las empresas no sólo tienen que pagar sus impuestos y tratar bien a sus empleados. También deben comprometerse a cuidar a los consumidores y al ambiente, animarse a modernizarse y competir, a pensar no sólo en qué pueden arrancarles a los Gobiernos de turno sino también en su aporte a la sociedad.
Debemos actuar para que nunca más los ganadores sean los que han obtenido privilegios a partir de sobornos o los que se cartelizan abusando de los consumidores. Seremos implacables cuando se burlen las normas de la competencia en perjuicio de la gente.
Creemos en la defensa de la competencia y para eso necesitamos un marco institucional moderno y eficaz. Transparentar los mercados también es contribuir a la integridad de una nación.
Y competir quiere decir, también, salir a seducir al mundo y dejarse seducir. No podemos seguir siendo uno de los países más cerrados. No podemos seguir creyendo que podemos vivir sólo con lo nuestro. No hay manera de salir de la pobreza si no nos convertimos en un país exportador.
Es importante que, para lograr cualquier reforma, haya un diálogo con los representantes de cada sector. La cultura de los acuerdos y las mesas sectoriales, de las que a menudo participo personalmente, parten de la premisa de que todos tienen que ser parte de la conversación: sindicatos, empresas, gobiernos. Nos sentamos todos en una mesa, listamos los problemas, vamos renglón por renglón, viendo qué podemos resolver.
Eje 3
El tercer eje al que los quiero convocar para potenciar las posibilidades de nuestro país es el fortalecimiento institucional. Los argentinos ya han decidido que quieren vivir en una democracia republicana, con instituciones respetadas, que también los respeten a ellos, a todos los argentinos, y no sólo a quienes tienen acceso a funcionarios o a dirigentes, y pueden pedir favores y excepciones.
Hemos demostrado que el cambio comienza por uno. Hay que ser respetuosos del Poder Judicial, cumplir con sus sentencias, y con el Parlamento, donde la presencia de ministros y funcionarios públicos es necesaria para informar y rendir cuentas ante los diputados y senadores de la Nación.
Además, desde el comienzo de nuestro gobierno, hemos buscado comunicar cada uno de nuestros actos a todos los argentinos, asumiendo un compromiso firme con la libertad de prensa.
La modernización del Estado es una tarea fundamental. Estamos construyendo un Estado abierto, moderno y democrático. Un Estado ágil que simplifica trámites, facilita procesos, jerarquiza al empleado público; un Estado íntegro y transparente, que se comunica y tiene inter-operatividad con los demás Estados.
Estamos trabajando con más de mil municipios dentro del programa de País Digital; incorporando el expediente electrónico y el tablero de control para gestionar mejor; dándoles acceso a sistemas de cómo contratar y cómo comprar.
Queremos consolidar estos avances y extenderlos a todos los niveles del gobierno.
El cambio cultural que estamos impulsando persigue objetivos concretos:
Un Estado que esté al servicio de toda la sociedad, y no una sociedad al servicio de unos pocos.
Instituciones públicas transparentes. Debemos consolidar instituciones en las que la sociedad confíe, porque no alcanza con que sólo algunas personas que ocupan cargos públicos sean la garantía de la ética.
Así como decía antes que queremos un país en el que la inflación sea intolerable, también queremos un país donde la corrupción sea intolerable. Tenemos que erradicar de nuestra cultura el “roban, pero hacen”.
Hay que demostrar que se pueden ganar elecciones haciendo política con decencia.
Para esto hemos impulsado importantes normas como la Ley de Acceso a la Información Pública con una Agencia independiente y profesional que ya está funcionando.
Ahora es el turno de las provincias, que pueden adherirse a la ley nacional o sancionar una ley propia. Yo les recomiendo lo primero, porque la ley nacional es muy buena y se aprobó con el consenso de toda la política y las organizaciones de la sociedad civil.
Sé que algunas provincias ya están avanzando, pero otras están retrasadas. Les quiero pedir que avancen, y que demuestren su compromiso con la transparencia y el acceso a la información pública. No olviden que es un deber de los servidores públicos.
Otras normas que hemos impulsado son la Ley del Arrepentido para casos de Corrupción, los Decretos de regulación para casos de conflictos de interés, el mejoramiento de los procesos de compras y contrataciones con los sistemas informáticos que transparentan los procesos licitatorios, la digitalización de todos los expedientes públicos de la Administración Central, entre otras.
Asimismo, existen en el Congreso proyectos orientados a la lucha contra la corrupción que hoy cuentan con media sanción como la Ley de Responsabilidad Penal de las Personas Jurídicas, la Ley de Extinción de Dominio y la Ley de Reforma Política.
Somos una república federal y por eso el compromiso con la transparencia es una decisión que debe ser adoptada por los tres poderes del Estado, los gobiernos provinciales y los municipios de todo el país. Poner luz sobre los asuntos públicos y rendir cuentas es una obligación de todos.
La Justicia es otro de los poderes del Estado que ha iniciado un proceso de reconstrucción de confianza que parece haber perdido para muchos.
Debemos seguir trabajando para asegurar que cada día la Justicia siga mejorando en su respuesta a la demanda de una sociedad que ya no admite la impunidad ni la arbitrariedad ni demoras injusticables. Como dije recientemente, nada más solidario y equitativo que una Justicia que trata a todos los ciudadanos por igual, sin mirar la situación relativa de poder.
Nuestro sistema político por momentos pareció estar más enfocado en beneficiar a los políticos que a quienes tienen que representar. Hay repartidos por el Estado rincones y recovecos donde funcionarios de todos los gobiernos, en todos los niveles, logran ubicar a amigos, parientes o militantes de sus agrupaciones.
Un ejemplo que conocí hace no mucho es el de la Biblioteca del Congreso de la Nación que tiene más empleados que las bibliotecas más grandes del mundo. Pasó de 500 a 1700 empleados en unas décadas. ¿Qué ha pasado en este tiempo para que aumentara así? ¿Qué compromiso tienen con la gente quienes la administran? 1700 es un número escandaloso para una Biblioteca. Sobre todo, si la comparamos con la Biblioteca del Congreso de Chile, que tiene menos de 250 empleados. Este tipo de estafas se tienen que terminar.
Otro caso es el de las legislaturas provinciales que ya era escandaloso hace 15 años y desde entonces siguieron aumentando de tamaño. Hay varias provincias donde la cantidad de empleados de la legislatura viene aumentando más de 10% cada año. Hay casos que tienen más de 80 empleados por legislador. Estoy seguro de que hay maneras mucho mejores de trabajar, antes que armar kioscos para los amigos de la política.
En el Ministerio Público Fiscal se contrataron 1.100 personas entre 2012 y 2016. La gran mayoría de estas designaciones fueron para cargos de alta jerarquía.
En el Consejo de la Magistratura, hay una desproporción similar. El número de consejeros creció casi un 140% en 10 años. Hay casos como el de empleados de ordenanzas cuya función es servir café o llevar expedientes, y tienen sueldos que llegan a más de 100.000 pesos por mes. Además, gozan, como todos los empleados del Poder Judicial, de un régimen de licencias muy generoso con goce de sueldo que en otros sectores no hay.
No puede ser que el horario de atención en los juzgados y en la justicia en general, sea hasta las 13:30 horas. No puede ser que durante 45 días esté interrumpido el servicio de justicia.
Qué bueno sería para todos que la Justicia de el ejemplo y elimine algunas de estas licencias o se replantee estas interrupciones que no hacen más que demorar causas que tardan años.
También es importante que modernicen sus procesos para dar un servicio ágil y transparente. En la justicia el expediente electrónico no existe. Los expedientes tienen 200 hojas en papel que se cocen y todavía siguen escritas en español antiguo. Este sistema es viejo, poco transparente, y contribuye a que la justica sea más lenta.
Estos ejemplos nos muestran lo básico, lo mínimo que tenemos que empezar a cambiar.
Cada uno desde su lugar puede contribuir a reducir el gasto público. Veamos el caso de las Universidades. En 10 años la planta de personal docente y no docente, la oferta académica y el número de universidades aumentó en promedio más del 30%, pero la matrícula de estudiantes solo un 13%. Claramente esos incrementos no se correlacionan con la tasa de graduación que es una de las más bajas en la región.
Por eso, se requiere el esfuerzo de las universidades para que asignen de forma más eficiente los recursos, para mejorar su desempeño y contribuir entre todos a reducir el gasto público.
Otro caso es el de las obras sociales. En Argentina hay 280 obras sociales, de las cuales sólo 40 representan el 70% de los trabajadores y sus familias. Esto quiere decir que hay 240 obras sociales que sólo representan el 30% de los trabajadores.
Desde el primer momento apoyamos las obras sociales pero la cantidad llama la atención.
La sociedad argentina en su conjunto invierte mucho dinero en salud, y a pesar de esto tenemos un sistema muy desigual. Queremos obras sociales fuertes y bien administradas, porque eso significa mejorar la calidad de vida y la atención a la salud tanto de los trabajadores como de sus familias.
Pero queremos mejorar nuestro sistema de salud. Para hacerlo, invitamos a dialogar a nuestra dirigencia sindical y así ver entre todos cómo podemos resolver de la mejor forma estas incongruencias.
Algo similar sucede con los sindicatos. No puede ser que haya más de 3.000 en Argentina pero solo 600 firmen paritarias anualmente.
Necesitamos organizaciones sindicales fuertes y transparentes, que realmente tengan la vocación de representar a los trabajadores. Así que también los invitamos a dialogar para echar luz sobre esta situación y así, entre todos, podamos trabajar para mejorar las condiciones laborales y para generar más trabajo, lo que nos va a ayudar a avanzar hacia una Argentina sin pobreza.
Mejorar el Estado es poner la política al servicio de la gente y no de sus propios intereses.
También creemos que el sistema institucional político, esto es, cómo se organizan los partidos, cómo se organizan las elecciones, quedó anclado en el pasado y tiene que dar un salto hacia adelante.
En todos estos ejes tenemos propuestas concretas que vamos a ir presentando en las próximas semanas.
Para ir finalizando, tenemos que trazar una línea de austeridad para lo que viene.
Muchos de los que estamos hoy acá somos unos privilegiados, hemos tenido acceso a recursos y a oportunidades que muchos argentinos no tuvieron. Por eso, tenemos que demostrar qué vamos a hacer, tenemos que dar el ejemplo.
Las reformas en las que tenemos que avanzar exigen que cada uno tenga que ceder un poco, empezando por los que tienen más privilegios.
En el camino del gradualismo hay quienes no pueden esperar. Hay cambios que tenemos que hacer lo más rápido posible, para que los argentinos salgan de la pobreza y para que la clase media pueda crecer.
Ya vimos que no sirvieron los atajos. Ya vimos adonde nos llevan las avivadas. Queremos acabar con los privilegios que “salvan” a unos pocos mientras tantos argentinos padecen la pobreza y la desigualdad.
Estoy acá pidiéndoles que todos hagamos nuestro aporte para sacar a este país adelante cuanto antes. El único rival que tenemos son los problemas de los argentinos y nuestro único desafío es superar la resignación y el miedo.
Muchos dicen que a esta propuesta de un país ordenado le falta épica. No estoy de acuerdo. ¿Qué aventura más excitante hay que hacer que una comunidad se desarrolle más allá de los límites que creía tener?
¿Qué aventura más épica que la de un nuevo desarrollo basado en consensos básicos, deseados por todos?
La aventura de cambiar, de mejorar todo lo mejorable, provoca entusiasmo y nos desafía a tomar las riendas con nuestras propias manos.
Vivamos esa sana rebeldía de querer más y saber que es posible, que está en nosotros lograrlo.
Sé que comparten mi visión. Es una esperanza compartida, pero no una esperanza quieta, es una convicción que nos impulsa a dar nuevos pasos, cada vez más consistentes, para acercarnos a una Argentina posible y maravillosa. Sin distinciones ni privilegios. Con oportunidades para todos.